Álvaro Ruiz Cruz / El Aventino

La fiesta de la Inmaculada tiene gran arraigo popular. Es el pórtico del itinerario de la vida de María que culminará en otra fiesta: la Asunción.
En la fiesta de la Inmaculada y la devoción popular son un centro a la mujer, María y destaca su categoría, su dignidad. María es una mujer lograda como criatura y como persona, fruto de la gracia, que responde, desde la humanidad de su corazón al proyecto de Dios.
María por Madre, por humana, por hermana, es siempre un canto de esperanza por los cristianos que la contemplan. Se nos canta que la transformación es posible. En María vemos una mujer a quien la cercanía de Dios la ha liberado de tanta esclavitud.
Como nos gustaría ser liberados nosotros mismos. Y el espejo donde nos gustaría mirarnos. María estaba abierta a la acción de Dios.
Virgen del amor y de la ternura y del respeto, y del cariño y de la cercanía con un gran regazo donde cabe todo mundo.
“…nada tiene de extraño que entre los santos Padres prevaleciera la costumbre de llamar a la Madre de Dios totalmente Santa e inmune de toda mancha de pecado, como plasmada y hecha nueva criatura por el Espíritu Santo. Enriquecida desde el primer instante de su concepción con el resplandor de una santidad eternamente singular” (vaticano II “LUMEN GENTIUM numero 56)
La historia occidental y oriental, del norte y del sur, está llena de discriminación femenina que es la más injustificable y absurdas de las discriminaciones.
Hoy miramos con afecto a esta mujer del pueblo, liberada y colaboradora en la liberación del hombre y la mujer de toda raza y condición nuestra oración vaya a través de ella a pedir al padre por el pueblo y por la liberación de los excluidos.
En María se concentra la dignidad y la importancia de la mujer, entonces y ahora minusvalorada y discriminada. En María se nos habla de su protagonismo corredentor “hágase en mi”
María es la bien dispuesta para escuchar dócilmente la palabra de Dios sin condicionamientos ni excusas libres para decir “si” abriéndose a la posibilidades infinitas de la gracia.
María la fiel discípula de su hijo también se acredita como una gran contemplativa y amante del silencio efectivamente antes de hablar o actuar sabe callar para dar sentido verdadero a cuanto dice y hace. En los acontecimientos más importantes de la vida de su hijo guarda un silencio reverencial, que es a la vez asombroso, agradecimiento y acción de gracias.
Por Dios ofrece lo nuevo a una persona quiera acogerlo, precisamente porque se siente amada. Lo que todavía no es el futuro inédito pide permiso para encarnarse en la intimidad de una persona, de una comunidad y poder entrar así a ser parte de nosotros sin violar la libertad. Lo que se engendra impuesto es una violación que arrastra esa herida de origen para siempre” (Benjamín González Buelta S.J)
Diciembre es para los cristianos un auténtico “mes de María”. La Inmaculada Concepción. Esta celebración se enmarca dentro del tiempo de Adviento. La iglesia la recuerda de una forma especial. Ella es el modelo de cómo esperar al Señor, y nuestro mejor modelo de oración, entrega espera, vigilancia.
Ella es comienzo e imagen de la iglesia, esposa de Cristo, llena de juventud y de limpia hermosura.
Sobre María hemos proyectado, o tal vez seguimos proyectando más las “glorias de María” que la atención a su persona. Se ha hablado más y se ha resaltado más su pureza, su pudor su humildad, su docilidad de esposa y mujer hacendosa, que la fe, la esperanza y las reivindicaciones de María. En definitiva se ha hablado más del ideal de la figura, del símbolo que de la realidad de María: su entrega incondicional, su maternidad responsable, discernida y caridad.
La Virgen María puedo ser analfabeta, pero fue la más bella, la más limpia, y la más pura, la más mujer, la Bendita entre todas las mujeres.
Algunos piden a la iglesia que autorice las relaciones sexuales fuera del matrimonio, la homosexualidad, el divorcio, y desde luego que eliminen el celibato sacerdotal y el voto de castidad perpetuo de las monjas y que finalmente dispense a los casados de la fidelidad matrimonial.
Por eso me parece que siendo “Día de la Purísima”, el día de la pureza de María, podemos y debemos por este año centrarnos en la “pureza” la castidad, la virginidad. No tendremos tiempo de hablar del pudor, de la modestia. La Virgen era pudorosa y modesta no era desvergonzada, atrevida, ni mujer ventanera, callejera, exhibicionista.
Hay que reconocer que Cristo nació de Nuestra Señora. La Virgen María y por consiguiente histórica y efectivamente. No hay cristianismo sin María y precisamente Virgen.
Hoy la fe se tambalea porque no quieren algunos nada con María. Quieren un Cristo si Madre, un Cristo sin María.
¿Qué debo decir ahora Señor? Porque aquí sale otra vez María. Verdaderamente no podemos hablar de Jesús sin encontrarnos con María.
Buenas noches por favor donde compro esta imagen de nuestra madre de la humanidad pues ejerce una fuerza para mi> Gracias.
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Esta imagen la puede conseguir en diversos talleres de artesanos que trabajan en yeso o madera
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