Por: Álvaro Ruiz Cruz.
Nunca se ha hablado tanto de derechos humanos como el momento actual, en donde nuestro país Nicaragua pasa serios problemas sociales, económicos políticos y religiosos.
La crisis en nuestra patria está generando un grave cansancio. Crece la indiferencia, la intolerancia: personas despojadas de futuro, ancianos solos, niños sin verdadero hogar, jóvenes sin futuro mujeres maltratadas asesinadas.
Ese joven no es una excepción, sino la radiografía de su lucha y defensa de sus derechos. Nos identificamos con muchos grupos diferentes y expresamos preferencias diversas. El tono vital de Fe exige hoy liberación. No somos simplemente negros, blancos o moreno; gays, heterosexuales, estudiantes maestros, médicos, periodistas, comerciantes, domesticas, padres e hijos sacerdotes, cristianos, no cristianos, liberales, conservadores, sandinistas, o Danielista, poetas, amigos. Somos el pueblo.
Nadie está legitimado para robarnos el derecho de exigir mis deberes, derechos y elegir con propiedad. Tampoco está nadie legitimado para robarnos el derecho a soñar, que promete convertir el cansancio en vuelo e impide confundir los atascos con la crisis, la utopía y el desencanto, entre deseo y desilusión.
Puede ser momento de lo absurdo y de la depresión o puede ser momento del realismo de la aceptación humilde de nuestros límites.
Ser iglesia en este momento es poner nombre a lo que no tiene nombre, es quebrar las relaciones burocráticas ¿Cómo te llamas? ¿Qué deseas? Que juzgue y condene, que generaliza y pontifica. Una iglesia de anónimos se vuelve inmisericorde.
La Conferencia Episcopal de Nicaragua, no puede ignorar las aspiraciones de cada uno de los nicaragüenses. Inevitablemente todo lo colectivo reclama participación, implicación esfuerzo, renuncia, organización, normas, reglas, y cierta autoridad.
Sabemos que el Evangelio va encontrar cierto rechazo en cualquier época y sociedad, sobre todo en quienes se oponen a su horizonte de justicia e igualdad.
Todos los sectores y pueblo nicaragüense debemos dialogar con sinceridad y conciencia a una sola voz, a un solo clamor las, cosas que nos afecta. Quitar esto y poner aquello. No hay que tener miedo al conflicto sino al modo en que nos enfrentemos a él.
Los conflictos en grupo social puede resultar estabilizadores cuando permiten encontrar nuevos caminos, divisores, cuando se polarizan las posiciones y se dirimen autoritariamente o desintegradores, cuando los afectados desesperan de la misma posibilidad del cambio y abandonan. Es preciso aprehender a dialogar con preguntas, búsquedas, y respuestas para hacer de Nicaragua un país con Democracia.
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